Mario Nestoroff

Breve comentario sobre la vida y obra de Mario Nestoroff, por el Dr. Jorge Michoff

Cuando me vaya,

cuando tus ojos vengan a decirme

un transparente adiós que ya no duela,

desde otro cielo claro y luminoso

te miraré con mi mirada nueva.

¿Cuál hubiese sido la vida y la obra literaria de nuestro máximo breñense Mario Nestoroff sin los efectos novicos sobre su organismo del etilismo crónico y la degradación de su personalidad? ¿A qué altura hubiese llegado su innato lirismo? Preguntas sin respuestas. Meras conjeturas.

Conocí a Mario en distintas etapas de su vida. De niño, era travieso, como la mayoría de los chicosnormales. Sus padres –inmigrantes búlgaros- tenían una fonda o comedor y un pequeño hospedaje en Las Breñas, donde nació Mario e hizo la escuela primaria. Cursó el bachillerato en el famoso colegio de Concepción del Uruguay (Entre Ríos). Allí se perfiló su capacidad e inteligencia, como un alumno fuera de serie, con sus primeros versos juveniles.

Su nombre fue conocido en el Chaco y en la Argentina toda, cuando ganó el primer premio en poesía, en un concurso literario organizado por el Diario “Clarín”, mérito que le valió el nombramiento de periodista del mencionado diario y una beca para estudiar abogacía en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, carrera que, por ironía del destino, le salió torcida, por efecto del “dulce veneno” de las bebidas espirituosas en las largas y trasnochadas de la vida noctámbula porteñas con sus amigos y compañeros de trabajo.

Detente un tanto, dolorosa sombra,

rehilvana tus recuerdos, bebe un trago,

enciende un cigarrillo, pero deja,

terminaré tu historia.

Y durante los últimos años de su desordenada existencia hasta su muerte lo seguí muy de cerca, en su trágica pendiente, cuando deambulaba por las ralles y plazas de su pueblo natal –Las Breñas-. Se hacía abandonado por completo, casi siempre obnubilado por efecto del alcohol, sucio, andrajoso con algunos chispasos de lucides de cuando en cuando, hasta que un nefasto día para él, se cayó en la vía pública, golpeándose en la región del occipucio contra el cordón de la vereda, golpe que le ocasionó un coma cerebral por hemorragia intracraneal y del cual salió para “el más allá” sin boleto de vuelta, no obstante el tratamiento que le prodigamos en el hospital de Las Brañas y en el hospital Dr. Perrando de Resistencia, al cual lo derivamos. Prácticamente asistí a su muerte biológica.

Mario era un andariego entre paisajes y gentes. En su plática que solía sostener conmigo y los estudiantes de la plaza Sarmiento, se entrecruzaban extrañamente la realidad de sus vivencias cotidianas con sus fantasías oníricas, recitaba sus poesías e improvisaba otras, según el giro de las conversaciones que sostenía. Se confundía a menudo, no sabiendo situarse en el espacio

¿Y entonces yo dónde estaba,

acaso por otros cielos?

En su afán de conocer más de cerca el alma del pueblo eslavo, consiguió que sus familiares le pagasen el pasaje a Bulgaria –la patria de sus padres-, quienes tenían la esperanza de que allí se ruraría de su enfermedad o vicio. En Bulgaria, Mario el principio creyó encontrar en sus habitantes, la clave de un mundo nuevo, diferente, un mundo mejor, sin ambiciones desmedidas ni prejuicios raciales y sociales. El cambio fue muy brusco y duro para él, ya que estaba habituado a una vida de bohemio, sin la más mínima disciplina para el trabajo –había sido nombrado docente de literatura española- y como carecía de juicio sereno  responsabilidad social, no pudo adaptarse a la transculturación del régimen colectivista, lo que lo hundió más aún en su soledad y la bebida.

Me contaba que extrañaba enormemente a sus benévolos y condescendientes amigos chaqueños y la mate, al que era muy adicto. Tan es así que, en Sofía le dedicó una hermosa poesía al mate, su inseparable compañero.

Y mientras ando a un soplo de cortarse

el nervio del planeta,

cebaré con alma bajo la noche ociosa

y quiera Dios que así no halle el sol,

mañana

Los poemas de Mario son un fresco expiritual, en los cuales se puede sentir y apreciar su sinceridad, que por momentos es implacable consigo mismo, el itinerario interior de su evolución hacia la agresiva, como un ente que se trata de abolir, buscando una resurrección espiritual y que encuentra en el paisaje chaqueño un espacio donde hundirse y hacer desaparecer sus miserias corporales.

Intoxicadas sus neuronas por el alcohol, embotada su mente por los efectos deletéreos del etanol, se encerraba en lo más hondo de sí mismo; errabundo por las calles breñenses, sus coloquis oníricos eran desgarrantes. Muchas veces, en encuentros sasuales, después de pedirme unos pesos para su dosis cada vez más imprescindible, me solía confiar: “Dr., ando en busca de mí mismo…” Era como una confidencia, un ruego desesperado, un pedido de ayuda a la divinidad desconocida. Me hablaba de su angustia, de su caída y degradación psicofísica, como si, a fuerza de existir de vivir como vivía, hubiese muerto y pagaba sus culpas en ese purgatorio, que era nuestro mundo. Se había vuelto místico a su modo y manera, reyente descreído, un caso acabado.

Esta es mi tierra donde se ara y canta,

Este es mi Chaco, algodonal tendido

al viento de la tarde que lo ondea

como a un blanco pañuelo estremecido.

El lenguaje de sus poemas es diáfano, comprensible hasta para un niño, sin metáforas ni culteranismo idiomático. Expresa con sencillez y armonía las voces misteriosas de la naturaleza chaqueña: las bellezas de los algodonales, del lapacho en flor, la fortaleza del quebracho, los sentimientos puros e ingenuos del indio toba, la alegría del criollo correntino, la mansedumbre del santiagueño, la tenaz laboriosidad de los gringos que dieron progreso al Chaco montaraz.

Cuando me muera,

cuando mi corazón se vuelva pájaro

al otro lado de un mar sin sueños,

vendrá la luna sobre el campo abierto

a prenderme la cruz de su tristeza.

Caminante enigmático por los pueblos y campos chaqueños, su rostro barbado y tronco encorvado, llevaba su desgracia con una sonrisa inocente de niño escéptico. Con imágenes poéticas sabía esconder su triste destino. Sin estériles lamentos, sin privarse de la alegría de verter sus poemas con una arquitectura muy personal, hilvanaba sus versos con palabras claras y sencillas, expresando su pensamiento diáfano. No embarraba su verbo con palabras soeces. Su aguda sensibilidad lo alejó del alago de los poderosos a quienes nunca rindió pleitesía.

Este es mi humilde homenaje a nuestro gran poeta, en el aniversario de su muerte.

He regresado, amigo, a casa de mi madre,

gasté el metal del tiempo andando por el mundo.

Sólo un sabor salobre engastado en el alma

y en el alma un  acero de rebrillo profundo.

Armando Caballero por la luna y los sueños,

busqué por sobre todo la luz de la justicia,

al faro luminoso de la verdad eterna,

y el mundo estaba ahíto de mentira y malicia.

 Ayer he regresado, cubierto por harapos,

mi madre cultivaba sus jardines en calma,

y no me dio vergüenza por mi ropa hecha trizas,

sino de que viera la desnudez de mi alma.

Mi madre atesora en un jardín pequeño

todo el oro rojizo que derrama el poniente.

Magnolias, margaritas, tulipanes y rosas violetas,

azucenas, en un prado sonriente.

MARIO NESTOROFF