Elin Pelin
Nació el día 18 de julio del año 1877 en el pueblo Bailovo. Su nombre es Dimitar Stoyanov, pero en la literatura búlgara es conocido Elin Pelin –el cantante del campo búlgaro-. La familia se afincó en este pueblo cerca de la capital de Bulgaria, Sofia, a principios del siglo XX.
El padre del futuro escritor fue un hombre con varias aptitudes – agricultor, albañil, carpintero, a veces también arreglaba carros-. Fue respetado y valorado por sus paisanos. Tuvo 11 hijos de los cual Dimitar fue el último. Económicamente la familia no era muy pudiente, pero reinaba el espíritu renacentista. Yoto, el padre anhela que sus hijos se eduquen.
Él fue a la ciudad a vender cal y cuando podía compraba y volvía a su casa con algún libro. Así en las manos del pequeño Dimitar llegan “Рибен буквар” (El manual del pez) de Petar Berón y “Под игото” (Bajo el yugo) de Ivan Vazov, también la poesía de Hristo Botev – las obras más destacadas de la época-. Estos libros despertaron en el joven el amor a la lectura que lo acompañará durante toda su vida. Al terminar séptimo grado empezó a trabajar como maestro en su pueblo natal. También dibujaba muy bien e intentó ingresar en la escuela de arte, pero fracasó en el examen de ingreso.
El hábitat campesino en la que pasó su niñez y juventud dejó marca en todas sus obras. El describe sin tapujos la realidad dura de la vida del campesino, sus penas y alegrías. Los protagonistas son auténticos porque muchos de los personajes tienen como protagonistas de la vida real de su querido Bailovo.

Un lugar especial ocupa las historias de maestras y maestros rurales. A los fines del siglo XIX se trasladó a Sofía. Si situación económica era muy difícil. A veces no tenía ni para comer. No obstante, las dificultades su talento fue valorado por algunos influyentes personajes se la época. Entre ellos el destacado profesor Ivan Shishmanov quien lo ayudó conseguir trabajo como bibliotecario. Más tarde fue enviado en Francia – Paris y Nancy-. Volvió a Bulgaria y se desempeñó como director de la casa-museo Ivan Vazov en Sofia. Elin Pelin es también autor de poesías, poemas, fabulas, artículos satíricos, relatos. Muchas generaciones han crecido con los cuentos de “Кумчо Вълчо и Кума лиса” (Padrino Lobo y madrina zorra) y las aventuras de “Ян Бибиян” (Yan Bibian). Elin Pelin falleció el 3 de diciembre del año 1949 en Sofia.
La cosecha
La cosecha está en pleno auge en la llanura de Sofía. Hasta donde llega la vista, el leve viento hace ondular las mieses doradas y los obreros fatigados se mueven allí, de sol a sol. Estos días Dios mandó un tremendo calor. El cielo azul se ha cernido sobre la tierra, derramando fuego y bochorno. Por encima del vasto campo tiembla una calina infernal. Lánguidos y cansados, se divisan en la lejanía los contornos azulinos de bosques y montañas que parecen esperar el instante inminente cuando el campo se encenderá en llamas. No se oyen las voces de las aves que han huido lejos a la umbría refrescante. Sólo una tórtola se deja oir de vez en cuando desde algún peral sombría, o algún palomo aletea solitario rumbo a la floresta.
El aire es pesado y sofocante,
El sol ígneo se ha detenido implacable en el cielo, más sus rayos no apartan del campo a los campesinos laboriosos.
Continúan incansables la siega, hacinando los haces de oro. El sudor humedece la frente, el alma queda sin aliento, pero no hay reposo. Las mieses maduras exigen trabajo.
Este año Dios fue muy generoso y no mandó ni granizo, ni cigarras, ni ninguna otra calamidad a los pobres pecadores, dolorosos y sufridos. Les alentó con benéficas lluvias en mayo y no quiso privarles de la tan acariciada esperanza de cosecha abundante.
¡Cuántas palabras de gratificación y agradecimiento brotaban de las almas campesinas alentadas.
-¡Dios nos ayuda! ¡Vamos a trabajar, vamos a trabajar!
Por eso, en ese tiempo difícil, bajo el bochorno infernal del sol, las canciones que resuenan en los campos dorados se elevan cual oraciones de gratitud hacia el cielo. En algún lugar en el campo las mozas entonan una canción que se derrama joven, libre, amplia como el campo, sagrada como el amor.
De otro lugar campestre le responde otra, cariñosa y alta, que trae esperanza y vigor.
El joven Nikola deja a menudo el haz pesado, prestando oídos. Luego, sonriente y alentado, observa el trabajo incesante de su vieja madre y su hermanita.
Ésta levanta la cabeza y dice en broma:
-Oye, hermano, no puedes reconocer la voz de Penka, ¿verdad?
Su rostro joven y fresco, bronceado por el sol, resplandece en la sonrisa.
¡La reconozco, pero débilmente… se funde con la otra y se pierde! –responde Nikola, y agrega: -madre, deja de trabajar y escucha. Si logras captar la voz de Penka, ya puedes estar segura: ¡ésta será tu nuera!
Se endereza su madre, le sonríe con cariño y volviendo a su trabajo dice:
-Si tú no reconoces su voz, ¿cómo voy a reconocerla yo, hijo?
-¡Si cantaba sola, la reconocería hasta si el mar nos separara!
De repente callaron las voces y en el campo reinó el silencio. Luego, en la lejanía una voz solitaria: alta, sonora y temblorosa, se elevó suavemente, luego comenzó a oírse mas fuerte para cubrir después con sus olas poderosas todo el campo.
Nikola dejó el haz y batió las palmas.
-¡Ahí está, es ella!
Siguió escuchándola mucho tiempo.
La canción se derramaba, libre y joven, pura como una fuente, llena de esperanzas y deseos. Formaba ramos de palabras hermosas, enviándolas con amor a alguien en algún lugar, y ora se apagaba emocionada, ora se elevaba audaz, como si luchara con un dolor infinito, con una lúgubre sospecha, para imponerse victoriosa y seguir derramándose impetuosa y con orgullo.
No pudo aguantar Nikola, se enderezó en medio del campo y gritó:
-¡Eeee..!
De los campos vecinos le respondieron risas resonantes y aprobatorias.
Las mieses doradas comenzaron a ondear suavemente, como susurrando algo alegre.
Le oyó Penka y le mandó desde lejos una canción alegre y cariñosa.
Sobre el campo, la cruz en la mano, voló la esperanza, seguida por la alegría.
Se animaron las almas cansadas y el campo se llenó de nuevo de risa y canciones.
Pero de pronto llegó corriendo un chico descalzo y dijo asustado que Penka se había desmayado por el calor.
La fea noticia se divulgó de boca en boca por todo el campo.
¡Penka se había desmayado por el calorª
¡Dios mío!
¡Otra víctima!
¡Si hubiese caído un granizo, no habría herido tanto los corazones!
Los segadores dejaron las hoces afiladas y se echaron a correr temerosos y tristes.
-¡Dios mío, ojalá fuera mentira!
Mozas, novias, hombres, mujeres y madres, todos acudieron aterrados al campo de Penka.
Penka yacía sin vida junto a un haz dorado, como atravesada por una bala. Penka, la niña que todos tanto querían. La toca blanca caía sobre la frente para echar sombra a su cara hermosa. Las negras pestañas cubrían sus ojos, cerrados por la muerte. De sus labios entreabiertos corría un chorro de sangre purpúra que teñía de rojo su blanco cuello. Una de sus manos apretaba todavía la hoz afilada, y la otra una hozada de mieses.
Un golpe de calor había matado a la joven.
Nikola se lanzó desesperado, empujó al gentío y cayó lastimoso junto al cuerpo exánime.
-¡Penka, vida mía, mi canción! !
Su voz se ahogó en llanto.
Al día siguiente, el sol seguía derramando sus rayos crueles, pero en los campos no se veía a ningún obrero, aunque no era día festivo. Las mieses de oro se desgranaban y quemaban solitarias.
El campo celebraba una triste fiesta…
Enterraban a Penka.
Elin Pelin