Costumbres: Lazaruvane

Lazarovden se festeja siempre el penúltimo sábado antes de Pascua. En este día se cortan ramitas verde de sauce, que el día siguiente serán bendecidos y  adornarán las casas.

En el Nuevo Testamento Lazar es un discípulo de Cristo, hermano de Marta y de Maria Magdalena, que el Salvador levanta de la tumba y lo devuelve a la vida.

En la víspera de Lazarovden las mujeres visitan el cementerio, incencian y derraman vino en las tumbas de sus parientes y reparten para que sus almas descalcen en paz roscas de ranquel y trigo. La misma noche o el día siguiente –Lazarovden– cada una de las amas de casa reparte en el pueblo pequeñas hostias, según el número de los difuntos, pero siempre de número impar.

Lazaruvane o Lazaritza es una de las más importantes tradiciones primaverales. Siempre se festeja el sábado de la semana anterior de Pascua.

Antes había sido parte importante de la vida de las búlgaras adolescentes. Después de participar en esta tradición, las jóvenes obtenían el derecho de grandes: peinarse, vestir camisas bordadas, adornarse con collares, anillos y pulseras, con un ramillete de flores en el pelo. Ya podían participar en las sedianki, prepararse para tener pretendientes y  que éstos pidan su mano. Se decía que si una joven no hubiera participado en esta fiesta, no se iba a casar.

La preparación para este día empezaba mucho antes, en la mitad de la cuaresma antes de Pascuas. Las mujeres mayores ensayaban con las jóvenes las canciones y los bailes que iban interpretar. Cuando llegaba el día tan esperado, se levantaban temprano para cortar ramitas de sauce, elaborar coronas y adornar sus cabezas.

Según la tradición, en este día grupos de muchachas recorrían todas las casas. Cantaban para cada integrante de la familia. Cada barrio tenía su grupo. La gente los esperaba con alegría, porque cada casa donde entraban para cantar y bailar se consideraba bendecida.

No entraban solo en las casas donde había difuntos recientes, porque las creencias decían que esto puede enojar al Arcángel Mijaíl. Los dueños de las casas regalaban a cada una de las chicas un huevo que ellas guardaban para pintarlo para la Pascua. En algunas regiones las recibían con pan y sal, frutas y otros manjares. En otros lugares la costumbre era hacer rodar el cedazo y  según como caía, predecían si el año iba tener buena cosecha. Se consideraba de malos augurios si caía tapado. En la región de Kiudtendil  bailaban y cantaban también en el campo y en el bosque  para que sea abundante el año.

En Bulgaria del Noreste al grupo la dirigía una joven con ropa y adornos en la cabeza. En la región de los shopes las chicas portaban un adorno especial en la cabeza hecho de flores y plumas.

Cuando terminaban de recorrer y cantar en las casas, los grupos de todos los barrios se juntaban en la plaza del pueblo y armaban un joro.