Diado Petko y baba Pena
En el pueblo vivían dos abuelos: Diado Petko y baba Pena. Ya eran bastante viejos y su vida no iba muy bien que digamos. Ni se entendían, ni se ayudaban.
En una oportunidad baba Pena hizo un potaje de porotos en la marmita. Se sentaron ambos a la mesa y dieron cuenta de la sopa, quedando muy conformes.
-Yo hice la comida –dijo la abuela, después de la cena- ahora te toca agarrar la marmita y lavarla, así mañana podré hervir la leche.
-No puedo cumplir tareas de mujeres –dijo el abuelo- ¡lávala tú!
-No la lavaré.
-Entonces que se quede así.
Se hizo tarde. Los viejos se fueron a dormir y la marmita sin lavar.
-Escucha –dijo diado Petko- mañana levántate temprano a prepararme la leche, porque iré al bosque.
-¿Y en qué voy a ordeñar la vaca, si la marmita sigue sucia? Si la lavas, puede ser.
-Mira, hagamos una apuesta, a ver quién la lava.
-Está bien –acordó la vieja- ¿cuál es la cuestión?
-Vamos a guardar silencio. El que lo rompa primero, lava la marmita.
Callaron y se durmieron. La noche transcurrió y amaneció. Toda la gente salió a trabajar y la vaca de los abuelos comenzó a mujir… no la habían ordeñado y nadie se ocupaba de llevarla a pastorear.
Los abuelos estában sentados y callaban. Los vecinos se asomaban a la verja y observaban el panorama. Los abuelos no reaccionaban, la vaca protestaba y nadie le prestaba atención. Algunos vecinos entraron a la casa y encontraron los viejos, sentados, con los brazos cruzados y mudos.
-¿Qué pasa, baba Pena? –dijo una vecina- ¿Por qué la vaca sigue atada y sin ordeñar? Así no la van a llevar con el pastor.
Baba Pena no dijo ni mu.
-¡Diado Petko, habla! –dijo otro- ¿por qué baba Pena no dice nada?
-¡Bravo! –dijo un vecino- los viejos enmudecieron. ¡Rápido un médico! Ignat, mi muchacho, ve por el doctor.
El pequeño Ignat corrió a lo del médico, éste vivía en la loma, al otro lado del pueblo. Hasta que llegó, la gente ya se había ido a sus quehaceres habituales. Sólo quedó el cura y una vieja. Al final el cura se levantó para irse también y le dijo a la vieja:
-Quédate aquí y fíjate que no les pase nada, hasta que llegue el médico.
-No puedo, diado pope. Hoy en día nadie trabaja gratis. Si me paga, me quedo.
-¿Yo? ¿En dónde viste un cura que pague? Te puedo dar una prenda en cambio.
Vio que en la pared estaba colgado un delantal y fue a tomarlo para dárselo a la vieja en pago. Pero baba Pena saltó y empezó a gritar:
-Cómo vas a darle mi delantal a esta perezosa ¿y yo qué voy a usar?
Al escuchar esto, diado Petko se levantó y dijo:
-¡Listo el pollo, babo! Hablaste primero y perdiste la apuesta. ¡A lavar la marmita!
Al entender la jugarreta, el cura y la vieja se retiraron muy enojados.