Los inmigrantes llegaron con baúles y valijas, solo valijas, valijas y líos. Muchas veces traían la totalidad de sus posesiones mundanas repartidas entre sus manos y su espalda, quizás unas viejas monedas gastadas (sin valor en el nuevo mundo) tintineando en sus bolsillos. En sus ojos brillaba una mezcla de asombro y temor; en su corazón la tristeza infinita del desarraigo y en su alma apretadas y comprimidas al máximo, para que no se escaparan, todas las ilusiones y esperanzas.

Inmigrante a su llegada a la Argentina

Texto y fotografía: Jorge Kosurkoff